El conjuro 2
- Por Marco Castilla
- 16 jun 2016
- 2 Min. de lectura

Warner y la gallina de los huevos de oro.
Luego de 3 años del lanzamiento de la exitosa cinta El conjuro, el viernes 10 de junio de 2016 se estrenó la esperada secuela. Y aunque, según el dicho, 'segundas partes nunca fueron buenas', sorpresivamente esta cinta rompió el paradigma.
Y es que, en realidad, el reto era bastante complicado para Warner, pues con el bochornoso spin-off que nos entregaron de Annabelle, que increíblemente alcanzó una suma alta de recaudación, la crítica la apabulló sin piedad.
Por ello existía un gran escepticismo de mi parte con esta segunda cinta, que corre a cargo nuevamente del director James Wan, quien demuestra que echando a perder se aprende, pues el trabajo que nos entrega en esta ocasión llega a ser de lo más notable, contra lo que pudo ser un fracaso rotundo.
En esta nueva entrega vemos a Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson y Vera Farmiga) ya con bastante reconocimiento internacional y en el ojo del huracán de los casos más sonados de la época, tal como es la casa de Amityville, con una escena bastante interesante, que describe el suceso que conmocionó a tantos. En esta sesión se topan con un ente demoniaco que los pondrá a prueba y que sin duda será una pesadilla para muchos de los espectadores.
Desde luego, siendo tan reconocida la pareja, reciben un nuevo caso, también bastante sonado en su época, The Enfield Haunting, llamado el 'Amityville británico', que en la adaptación cuenta con algunas exageraciones, en busca de causar mayor impacto en el publico.
A lo largo de la película hay mucho terror barato y puedes oler el screamer desde los primeros minutos, el cual logra utilizar Wam a su favor al generar bastante sustos durante la experiencia.
Visualmente, la película me dejó impresionado. Un diseño de producción impactante, que logra transportarte a dicha época, sumándole una buena dirección de fotografía que cuenta con varias secuencias ejecutadas con maestría.
Desafortunadamente, eso no logra distraernos de un terrible guión y un argumento tan flojo que luego de varios minutos se cae rotundamente, así como algunos recursos digitales que no asustarían ni a un niño de 3 años, y momentos de humor involuntario que le quitan credibilidad a la secuela.
Y ni hablar del cierre de cinta: tan cursi que olvidas que estabas viendo una película de terror y que por lo menos contó con Elvis de fondo para no hacer larga la agonía.
Un filme predecible, pero que durante sus más de dos horas jamás llega a ser aburrido y logra una atmósfera bastante lúgubre. Claro que es mejor que su predecesora, con minutos de tensión que, para mí, resultan en una grata experiencia.
Warner tiene en sus manos una nueva gallina de los huevos de oro, que sin duda exprimirá en su totalidad, y no me sorprendería si llega un spin-off de la terrible monja.
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